UBI o la renta básica universal en el futuro del trabajo

UBI o la renta básica universal en el futuro del trabajo

Finlandia llevó a cabo un ensayo de dos años, pero el gobierno se ha negado a financiar una mayor expansión. El país tiene una tasa de desempleo superior al 8%.
  • UBI (Universal Basic Income), otros la han llamado una Universally Bad Idea.

Nueva York, EE.UU. 30 mayo, 2019. Entre la deriva y el naufragio utilizando ese lenguaje tallado en piedra que emplean a veces los economistas casi todos admiten que la avalancha tecnológica que vive el mercado laboral dejará “perdedores”. Las heridas profundas las sentirán quienes no sean capaces de adaptar sus conocimientos al mundo digital.

“La falta de estas habilidades tecnológicas, de esta alfabetización tecnológica va a provocar con toda seguridad un paro estructural muy importante a nivel mundial”, augura Emilio Ontiveros, presidente de AFI (Analistas Financieros Internacionales) en España.

“Garantizar aquello que en los años sesenta se llamó el pleno empleo hoy es una entelequia”, asume el economista Jordi Arcarons. Y detrás de esos proyecciones y esas palabras habita la existencia, cada vez más difícil, de miles de familias. Hay que hacer algo. “El cuidado de los excluidos es una prioridad”, defiende Ontiveros.

Una de las vías para construir un puente que mitigue la fractura es la renta básica (UBI – Universal Basic Income). En su materia más prístina es un sueldo universal (para todos los miembros de una comunidad), incondicional (sin tener en cuenta riqueza e ingresos) e ilimitado en el tiempo. Pero existen infinidad de modelos que se están probando en Finlandia, Kenia, India, Utrech, Namibia o Barcelona. Su gramática se dicta entre el ensayo y el error.

Los resultados preliminares del experimento finlandés (dar 560 euros al mes sin condiciones a un grupo de desmpleados a lo largo de 2017 y 2018) vierten oscuridad y luz. La empleabilidad no mejoró pero sí la autoestima, la salud y la esperanza. Esa que da saber que entrará seguro dinero en casa. En España, todavía faltan por llegar las conclusiones de Barcelona, donde unas 1.000 familias de barrios con pobreza crónica reciben una renta media de 568 euros al mes. Sin embargo, Daniel Raventós, doctor en Ciencias Económicas y presidente de la Red de Renta Básica, revela uno de los primeros hallazgos: “Se está constatando una mejora de la salud mental”.

La pregunta, ahora, que todos se deben estar haciendo es ¿cómo se financia? Existen varias rutas. Por ejemplo, un gravamen al carbono, o una mayor imposición fiscal sobre los más ricos, o aportes de las multinacionales. Medidas que alivian la inexorable desigualdad del mundo y evitan el riesgo de un estallido social. “Va a ser necesaria”, aseguró Elon Musk, fundador de Tesla, durante un encuentro en Dubái hace dos años con otros multimillonarios, incluidos Mark Zuckerberg, de Facebook, y Stewart Butterfield, creador de Slack, quienes apoyan la renta básica universal.

La renta básica universal no funciona

Un estudio sobre pruebas de la UBI concluye que hacer pagos en efectivo a todos no es una solución a la pobreza y la desigualdad.

Un estudio cuestiona las ambiciosas reivindicaciones de la renta básica universal, el sistema que daría a todo el mundo pagos en efectivo regulares e incondicionales que son suficientes para vivir. Sus defensores afirman que ayudaría a reducir la pobreza, reducir las desigualdades y hacer frente a los efectos de la automatización en el empleo y los ingresos. En una investigación realizada para la Public Services International, una federación sindical mundial, se examinaron por primera vez 16 proyectos prácticos que han puesto a prueba diferentes formas de distribuir los pagos regulares en efectivo a las personas en una serie de países pobres, de ingresos medios y ricos, así como una abundante literatura sobre el tema.

No pudo encontrar evidencia que sugiriera que un esquema de este tipo podría ser sostenido para todos los individuos en cualquier país en el corto, mediano o largo plazo – o que este enfoque podría lograr mejoras duraderas en el bienestar o la igualdad. La investigación confirma la importancia de un apoyo a la renta generoso y no estigmatizante, pero todo depende de cuánto dinero se paga, en qué condiciones y con qué consecuencias para el sistema de asistencia social en su conjunto.

Desde Kenia y el sur de la India hasta Alaska y Finlandia, se ha afirmado que los sistemas de pago en efectivo demuestran que la UBI «funciona». De hecho, lo que se ha probado en la práctica es casi infinitamente variado, con dinero en efectivo pagado en diferentes niveles e intervalos, por lo general muy por debajo de la línea de pobreza y principalmente a individuos seleccionados porque están severamente desfavorecidos, con fondos proporcionados por organizaciones de beneficencia, corporaciones y agencias de desarrollo con mayor frecuencia que por los gobiernos.

Los experimentos en India y Kenia han sido financiados, respectivamente, por la Unicef y Give Directly, una organización de beneficencia estadounidense apoyada por Google. Dan dinero a personas con ingresos muy bajos en aldeas seleccionadas durante períodos de tiempo fijos. Dar pequeñas cantidades de dinero en efectivo a personas que casi no tienen nada es algo que marcará la diferencia y, de hecho, estos planes han ayudado a mejorar la salud y los medios de subsistencia de los beneficiarios. Pero no se revela nada sobre su viabilidad a largo plazo, ni sobre cómo podrían ampliarse para servir a poblaciones enteras. Y hay un déficit democrático: las personas que obtienen sus ingresos básicos de organizaciones de beneficencia o agencias de ayuda no tienen control sobre cómo se realizan los pagos, a quién, a qué nivel o durante qué período de tiempo.

El Fondo Permanente de Alaska, construido a partir de los ingresos petroleros del estado, paga a todos los adultos y niños un dividendo cada año – en 2018, fue de US$ 1.600. El programa es popular y duradero; se ha comprobado que produce algunos efectos positivos en los grupos indígenas rurales, pero no afirma que sea suficiente y no ha hecho nada para reducir la pobreza infantil ni para prevenir el aumento de las desigualdades de ingresos.

Finlandia llevó a cabo un ensayo de dos años, desde enero de 2017 a diciembre de 2018, de modestos pagos mensuales de 560 euros a 2.000 desempleados, pero el gobierno se ha negado a financiar una mayor expansión. Nos dijo poco acerca de UBI, excepto que, a la hora de la verdad, los políticos electos se resisten a pagar por un esquema universal. No es difícil el suponer la respuesta. La tasa desempleo de Finlandia actualmente se encuentra por sobre el 8%, y no cede.

Según la Oficina Internacional del Trabajo, el costo de un plan de UBI suficiente sería extremadamente elevado, ya que se estima que los costos medios equivalen al 20-30% del PIB en la mayoría de los países. Los costos pueden reducirse – y se ha logrado en la mayoría de los ensayos – pagando cantidades más pequeñas a menos personas. Pero no hay pruebas que sugieran que un esquema de UBI parcial o condicional pueda hacer algo para mitigar, y mucho menos para revertir, las tendencias actuales hacia el empeoramiento de la pobreza, la desigualdad y la inseguridad laboral. Los costos pueden ser compensados aumentando los impuestos o desplazando el gasto de otros tipos de gasto público, pero de cualquier manera hay enormes y arriesgadas compensaciones.

El problema es que estamos analizando UBI bajo esquemas antiguos y obsoletos, suponiendo que los gobiernos actuales son lo que deberían hacerse cargo de tan descabellada idea. ¿Quienes fueron los que la propusieron en un principio? Quizás ellos no nos han dicho todo lo que saben para llevar a cabo esta iniciativa. La respuesta obviamente está en el financiamiento (como siempre). «Follow the money» y llegaremos a la respuesta, como dijo William Mark Felt conocido como Garganta Profunda en el famoso caso Watergate.

El dinero gastado en pagos en efectivo no puede ser invertido en otro lugar. Cuanto más generosos sean los pagos, más amplio será el abanico de beneficiarios, y cuanto más tiempo continúe el plan, menos dinero quedará para construir las estructuras y los sistemas necesarios para alcanzar los objetivos progresivos de la UBI.

Como señala el informe: «Si se permite que los pagos en efectivo tengan prioridad, existe un grave riesgo de que se desplacen los esfuerzos para construir servicios e infraestructura colaborativos y sostenibles, y de que se establezca un patrón para el desarrollo futuro que promueva la comercialización en lugar de la emancipación». Esto puede ayudar a explicar por qué UBI ha atraído el apoyo de los magnates de Silicon Valley, que están más interesados en defender el capitalismo de consumo que en abordar la pobreza y la desigualdad.

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